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La sabiduría popular dice que “la esencia, en tarro pequeño se vende”. Y en este caso no podía tener más razón: las semillas de sésamo, pequeñas y sabrosas, son una muy buena fuente de nutrientes de alto valor biológico.
Para empezar, son ricas en ácidos grasos poliinsaturados (grasas buenas para el organismo, que incluyen los omega 3 y omega 6), que ayudan a disminuir el colesterol y, por lo tanto, previenen enfermedades cardiovasculares. También son ricas en lecitina, que actúa como emulgente y ayuda a descomponer las grasas y el colesterol para que se disuelvan en agua y el cuerpo los elimine.
Existe sésamo blanco y sésamo negro. Sus propiedades son casi idénticas, solo que el negro, por su color, contiene más antioxidantes. El sésamo blanco, cuando es muy blanco, seguramente está descascarillado y entonces pierde gran parte de sus nutrientes.